«2.600 metros más cerca de las estrellas»
No soy Xavier Gabriel, el de la Bruixa d’or. Sigo en la tierra y el viaje al espacio lo dejo para antes de los ¿80?. Ésta es la frase que te da la bienvenida cuando llegas a Bogotá, capital de Colombia. Además de la frase, te dan folletos con consejos de seguridad y con el calendario del Mundial sub 20 de fútbol que ha convertido el país en una fiesta.
La primera impresión de Bogotá es como casi todas las ciudades del mundo: caos. Pero dentro del caos hay un pequeño oasis en el centro de la ciudad: el barrio de la Candelaria, donde se encuentran la mayoría de hostales y los turistas nos movemos con tranquilidad y seguridad. Lo cierto, es que más allá de los clichés, Bogotá es una ciudad increíble, con una oferta cultural que en pocas ciudades he visto. Y además accesible a todos, motivo por el cual los colombianos son una de las sociedades más cultas que he encontrado en mi viaje. Tienes el Museo Botero, el Museo del Oro, el Museo de Arte del Banco de la Republica, el Museo de Arte Moderno, la Cinemateca, el Planetarium y muchos más que a mí no me han dado tiempo.
Y por si fuera poco, salir de fiesta (o rumbear) por Bogotá es una muy buena decisión. Desde una noche de jam session de jazz en el Chorro de Quevedo, una fiesta privada con techno o salir por la zona T o rosa y terminar en una buhardilla en la Candelaria a las 9 de la mañana con la mejor compañía.
Pero bueno, no todo es perfecto en «la nevera», y es que así conocen a Bogotá por sus frías temperaturas. Y creo que ya os he hablado varias veces de mi odio al frío.
PD: por cierto, una de las visitas obligadas es a Montserrate. Y sí, tienen una Moreneta que a parte de haber sido mi bici es la virgen más cool.