Y me la concedió.
Si eres un pájaro, como yo, y los días de tu visado pasan volando y cuando te has dado cuenta está a punto de caducar. Si éste es tu caso, debes seguir leyendo. Si no pues lee también, prometo sangre.
Al llegar del Tibet me di cuenta que en 3 días me caducaba el visado chino y que la multa eran 500 yuans al día (algo más de 50€). Para colmo, el PSB de Chengdú (la ciudad en la que me encontraba y capital del Sichuan) tardaba 5 días hábiles. Vamos que estaba jodido. Entonces, leí que a 2 horas de Chengdú está Leshan, una pequeña ciudad famosa por tener el Buda más grande del mundo y conceder visados en menos de un día.
Total, que me embarqué camino a Leshan confiando en que todo iba a ir bien, a pesar de mi escepticismo con los funcionarios. El billete son 45 yuans con botella de agua y Misión Imposible en chino. Eso sí, la 2. Aprovecho para decir que se trata de una auténtica garrulada. Ahí, lo primero que hice es llamar al primero hotel que salía en LP. No contestan. Probé el segundo. Contestan pero no hablan inglés. Estupendo. Igualmente no tenía mucho tiempo, ya que el PSB cierra a las dos así que cogí un taxi y me fui para allí. Después de negociar, o más bien regatear, conseguí una habitación individual (la primera del viaje) con baño por 60 yuans.
De ahí, me fui directo al PSB antes de que cerraran. Segunda planta. A pesar de las miradas de desconfianza parece que todo iba bien, aunque hasta el día siguiente no estaré 100% seguro, pagué mis 160 yuans por un visado de 30 días con 0 entradas y me fui. Solo me queda disfrutar de la ciudad.
Sichuan es la capital de las especies y adoran el picante. Pero eso os lo explico en otro post. El caso es que encontré un mercadillo y decidí quedarme a comer ahí. El instinto no me falló y comí estupendamente bien y encima me invitaron. Por supuesto, les dejé 5 yuans encima de la mesa y me fui a descansar.
A la mañana siguiente me fui a conocer el famoso Gran Buda. Algo más de 50 metros. Increíble. Y a diferencia de otras atracciones turísticas, ésta merece la pensa visitar. A pesar de los 90 yuans de la entrada. Al tener tiempo me moví con el bus local número 13 pagando 1 yuan y ahorrándome 30 yuans. Por cierto, es alto pero tampoco es para tanto:
Además, me ha servido para ver que el poder de las marcas va más alá de las creencias religiosas. Y están hasta en las ofrendas a los budas. Buen tanto Oreo (krafft).
Y por fin, a eso de las 16:00 tendría veredicto. Y sí, soy apto para estar 30 días más en este país. Así que cogí el bus rumbo a Chengdú y ahora estoy escribiendo estas lineas desde el Lazy Bone Hostel.
Estoy satisfecho por cómo ha salido todo. A la primera, sin problemas. Es curioso como uno se contenta con los pequeños detalles.
PD: Y para los que habéis leído por la promesa de la violencia aquí la tenéis:
Hoy es un día especial para dos amigos: Xell y Alvaro. Ya que a partir de hoy serán uno más en la familia. Es por ello, que les he dedicado este vídeo desde Lhasa, la capital del Tibet.
Y para dar fe de ello ahí va el plato típico del Tíbet, el momo:
Quizás algunos ya lo conocéis, los que no, tenéis que saber que es increíble. Es sabio y eso le hace parecer mucho mayor de lo que en realidad es. Es el típico hermano mayor que siempre sale en defensa de los suyos y quizás por eso, algunos piensan que tiene mala fe. Pero cualquiera que haya podido estar con él a solas, sabrá que se trata de todo un ejemplo para el resto. Eso sí, solo en el caso de que pases la prueba y resitas los más de 5.200 metros que separan el 1r campo base del Everest con el nivel del mar.
Al ir en temporada baja, hemos tenido la suerte de estar completamente a solas con él. Momento que he aprovechado para preguntarle qué le parecía el hecho de haberse convertido en una atracción turística, y muy modestamente me ha respondido que se siente halagado por los miles de personas que le vienen a ver, especialmente de los más atrevidos que lo hacen andando desde Lhasa o Kathmandú (no ha sido mi caso). Le digo que quizás, la próxima vez, aunque no prometo nada.
Se va acabando el tiempo, estamos a -20º y aunque el sol nos acompaña el mal de altura parece que vuelve a asomar la cabeza. Justo en el momento en que me voy a despedir me confiesa algo; que lo del blanco es por cuestión de imagen pero que en realidad es del Barça y que desde los 8.000 también está claro que nadie más que Xavi se merece el balón de oro.
Me despido de él y le digo hasta pronto.
Llegar al Tíbet desde el 2006 es más sencillo, gracias a la línea de tren que construyeron los chinos con el objetivo de colonizar su capital, Lhasa. Y en efecto, aunque el paisaje por el norte del país via Golmud es precioso, la llegada a la estación destrempa. Es una ciudad china más. Eso sí, que no haya calefacción aquí, a -2º por la noche, se nota. El trayecto en tren se caracteriza por los síntomas del mal de altura y es que en algunos momentos rozamos los 5.000 metros y aunque hay oxigeno, no ví que nadie lo utilizara.
Por la mañana me di cuenta de que estaba en 2 ciudades, la Lhasa china y la Lhasa real. El templo de Jonkang es impresionante, con todos los peregrinos rezando y girando alrededor del templo por la calle Barkhor durante más de 5 horas. El olor a incienso inunda la calle y el humo esconde a los muchos polícias, pero no a sus rifles.
Después por la tarde tocaba el templo Deprung uno de los más antiguos de Tíbet y tampoco decepcionó. Estábamos solos. Es temporada baja y aunque el frío se nota, tiene cosas positivas cómo poder conversar con monjes tibetanos sobre la realidad del Tíbet & China en una sala «secreta» con fotos del Dalai Lama, completamente prohibido. La cosa va bien, noto que conectaré rápido con esta parte del Tíbet en la que todo es apasionante. También los funerales.
En la tradición tibetana el cuerpo una vez muerto es donado al cielo. Para ello se lleva al difunto a un templo cercano al Sera y ahí, los verdugos trocean el cuerpo en pequeñas piezas para después llamar a los buitres que esperan ansiosos el desayuno. Esta mañana he tenido la suerte de «asistir» a un funeral tibetano, desde la distancia puesto que no se trata de una atracción turística. Y la sensación de ver a centenares de buitres descender a toda velocidad para comer el cuerpo ante los ojos de los familiares, ha sido espectacular.
Por la tarde, al famoso Palacio de Potala. Eso sí que es una atracción turística, y aunque por fuera es fantástico por dentro se ve vacío, sin alma. Y eso, en este país (sí, he dicho país y no me refiero a China) es muy grave.
Mañana parto rumbo al Campo Base del Everest. A la vuelta, en 3 días, os cuento.
Pues eso, Que mañana a las 6:00 cojo un tren desde Xian que 33 horas más tarde me dejará en a Lhasa.
Como ya sabéis llegar al Tibet no es tarea fácil ya que el gobierno chino tiene controlada la entrada al país. Para entrar necesitas un Permit que solo conceden las agencias de viaje y por el que te piden una pasta, sin él no puedes comprar el billete. Creerme yo lo intenté y fue imposible, aunque me consta que algunas veces cuela.
El caso es que tuve que ir a comprar el billete con un chino porque a ellos sí que se lo venden. Con el billete comprado, el siguiente paso era cerrar el precio del tour con la agencia elegida y como finalmente somos 4 nos sale un precio bastante barato teniendo en cuenta las barbaridades que he visto por ahí.
Serán 8 días de ruta en una zona que aunque todo el mundo dice que no es lo que era, lo cierto es que me muero de ganas de llegar. Me hace especial ilusión ver el Everest, creo que será uno de los momentos memorables del viaje.
El próximo post, desde 3.650 metros de altura, a ver cómo me trata el mal de altura y el frío.
Como algunas voces no se creían que había comido serpiente, gusano o escorpión, aquí os dejo la prueba. Obviamente, los chinos no comen estos manjares y se trata de una atracción para turistas.
¿Tú lo harías?
Yo comiendo un escorpión muerto:
Mi amigo polaco Cuba comiendo un escorpión vivo:
Sin duda se trata de una salvajada y antes que empiece la avalancha de tópicos he de deciros que aquí donde los véis, Cuba y su novia tienen una de las historias de amor más bonitas que he escuchado. El mismo día que se conocieron él decidió aocompañarla durante 6 meses en un viaje por Suramérica.
¿Tú lo harías?
PD: gracias Líria por subir los vídeos a YT.
Antes de seguir escribiendo quiero dejar claro que este post lo escribo desde el más sincero respeto hacia la cultura china. Una cultura milenaria que me apasiona. Dicho esto, es cierto que una de las cosas que más me han impactado es el cambio cultural en determinados hábitos que en occidente no se acostumbra a ver. De todo, hay 2 aspectos vinculados con la higiéne colectiva que me han sorprendido:
1. Los niños pequeños llevan unos pantalones dotados de una cremallera en la parte trasera, que en momentos de apretón abren sin discreción alguna y sueltan la papilla. La verdad es que la primera vez que lo ví en el metro de Beijing me quede de piedra. Pero lo cierto, es que he estado pensando al respecto y al fin y al cabo tampoco es tan extraño puesto que todo el mundo sabe que los pañales son caros y cuando un niño necesito expulsar no hay nadie que lo consiga detener. Eso sí, los pantalones con la cremallera trasera son la caña!
2. No spitting please! Este cartel que prohibe escupir, está en la mayoría de sitios públicos. El caso es que esta costumbre la he visto en otros países asiáticos (véase Índia o Mongolia), y a mi me parece tremendamente divertida especialmente cuando lo hacen las mujeres.
Véis, tampoco he sido tan malo, pero el título se prestaba a ponerlo como amante de los chascarrillos que soy. Y tengo más, pero en otros posts.
PD: chascarrillo
Después de pasar casi una semana en Beijing mi cuerpo me pide un cambio de aires. Y nunca mejor dicho. Beijing mola, pero es una gran ciudad, concretamente la ciudad más contaminada del mundo. Además, mi estancia ha coincidido con una ola de frío. Así que esta tarde cojo un tren rumbo a Pingyao. Un pequeño pueblo de 40.000 450.000 habitantes famoso por su belleza y tranquilidad.Son unas 12 horas de viaje en tren que aprovecharé para preparar el resumen Mongolia y para aprender algo de mandarín.
Aunque el gobierno chino no me deja subir las fotos, os paso un adelanto.
Baochí liánxì!
Es el OMG chino. Y está expresión se repite en mi cabeza en cada esquina y es que Beijing es una ciudad increíble en la que más de 15 millones de chinos conviven.
En ella he visto la famosa plaza Tianmen donde descansa Mao, el parque del templo del cielo, el palacio de verano y como no, la gran muralla china. Pero de todo, lo que más me ha impresionada es la comida china.
En este país tienen devoción por la comida y sin duda ésta es deliciosa. Como turista que soy he probado escorpión, serpiente y gusanos. Pero como la ley en China no permite utilizar youtube ni Flickr lo no lo puedo demostrar todavía.
El caso es que Beijing mola. Es una ciudad ordenada y agradable con lo mejor de una ciudad con rascacielos y con lo mejor de una ciudad dominada por los hutongs. Y aunque aún no he cogido el pulso de los «chinorris» (con cariño) espero hacerlo en el resto de viaje que me queda.
El miércoles me voy a Pingyao, un pequeño pueblo al sur-oeste de Beijing.
La salida de Mongolia y la llegada a Beijing ha sido eso, un cuento chino. Para llegar a Beijing desde Mongolia tienes 3 opciones: avión, transmongoliano o tren mongol local. Yo he elegido la tercera, la más divertida y más barata por otro lado. Una vez en la frontera mongola tienes que subirte en un jeep «ilegal» que cruza la frontera, te bajas 4 veces para cruzar diferentes aduanas y después de 3 horas llegas a Erlian, la primera ciudad china que hace frontera con Mongolia.
Y aunque odio las fronteras y lo que significan, es tremenda la sensación cuando cruzas una y ves lo diferente que es un país de otro. Al llegar a China tenía que esperar 6 hoas hasta coger mi bus a Beijing por lo que decidí pasear, durante el paseo me crucé con un grupo de chinos que degollaban y posteriormente limpiaban una oveja para después vender la carne a los restaurantes cercanos.
El bus rumbo a Beijing salía a las 16:30 y he llegado a las 05:30 a la capital china. Y ahí he alucinado. La gente, en manadas corría a esas horas de la mañana y yo con mi mochila no sabía donde estaba, cansado de buscar un metro me he subido a un taxi y después de estar más de 10 minutos sin movernos el taxista me ha dicho que sería mejor que lo coja en la otra dirección. Eso he hecho, he regateado el precio con el nuevo taxista y en 10 minutos he llegado a mi nuevo hostal, el Leo Hostal. La calle es preciosa, es como cualquier ChinaTown del mundo pero de verdad. He domido un par de horas y me he lanzado a la ciudad, primero a la ciudad prohibida y después a la famosa plaza de Tianmen donde Mao descansa en paz (¿?).
Cuando ya me iba a ir he conocido 2 chinos con los que he pasado la tarde.
Las sensaciones son buenas y lo de la comida, es increíble. En España se come bien pero aquí no echas de menos las spanish food.
Mañana más…